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Por qué esperar puede ser lo mejor: Lecciones de un tratado (de plásticos) estancado

Las últimas rondas de negociaciones para un tratado global sobre los plásticos (Busan en diciembre de 2024 y Ginebra en agosto de 2025) terminaron sin un acuerdo. Dos grandes oportunidades, dos estancamientos y, sin embargo, quizás una lección importante.

Mejor ningún acuerdo que el acuerdo equivocado

En Ginebra, la división fue clara. Más de 100 países, incluidos la UE, estados insulares pequeños y muchas naciones de África y América Latina, presionaron para poner límites a la producción de plásticos y controles estrictos sobre sustancias químicas tóxicas. Mientras tanto, grandes productores petroquímicos, como EE. UU., Arabia Saudita y Kuwait, bloquearon medidas vinculantes, abogando por un tratado limitado al reciclaje y la gestión de residuos voluntarios. El resultado: ningún tratado.


A primera vista, este resultado es decepcionante, después de todo, la contaminación por plásticos sigue aumentando, dañando océanos, ecosistemas y comunidades en todo el mundo. Sin embargo, hay un lado positivo: el estancamiento demuestra que rebajar la ambición no resolverá el problema. Un tratado débil, centrado únicamente en gestionar o reciclar plástico, hubiera consolidado soluciones incrementales ignorando la raíz del problema: la producción descontrolada de plástico.


La prevención como estrategia central


Aquí es donde la prevención se convierte en la estrategia clave. El reciclaje y la gestión de residuos, aunque necesarios como soluciones temporales, no son la solución definitiva. El verdadero progreso radica en diseñar sistemas que eviten que los residuos existan en primer lugar: replanteando el empaque, adoptando modelos reutilizables e incorporando principios circulares en el diseño de productos. La prevención evita todo el ciclo de disposición, tratamiento y reciclaje, haciendo que la gestión de residuos sea casi innecesaria.


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Gobiernos estancados. ¿Quién liderará el cambio?


Incluso en ausencia de un tratado global, el cambio es posible. Empresas, ciudades y comunidades pueden liderar adoptando estrategias enfocadas en la prevención. Las innovaciones en envases reutilizables, los cambios en los hábitos de consumo, la responsabilidad ampliada del productor y los sistemas de cero residuos ya demuestran que un futuro sin contaminación plástica es factible.


Las negociaciones pueden haberse estancado, pero la ambición no tiene por qué hacerlo. De hecho, el impasse refuerza que debemos apuntar más alto: no a compromisos que diluyan el impacto, sino a soluciones que aborden el problema de raíz: Prevención sobre gestión. Reducción sobre reciclaje. Más vale esperar por un tratado correcto que pueda dar forma a un mundo donde la contaminación por plásticos deje de ser inevitable.

 
 
 

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